CARTA DE UN AMPUTADO CONOCIDO 

Carlos Ernesto Mendoza (Embajador de El Salvador en la República Dominicana)


 EL CUERPO Y LA NADA

Cuando era profesor de filosofía en las clases que daba, me gustaba jugar con la nada. Encontraba en el empleo de tal término una extravagancia de la imaginación y que los discursos que se basaban en ella cometían un fraude intelectual. Hegel inauguró su dialéctica oponiendo el ser a la nada y en base a esa contradicción justificó el totalitarismo. Yo jugaba con la nada, ya que era mi forma de rebelarme a la dictadura ideológica que buscó dominar a El Salvador.

          Siempre cuestioné a la nada y milité del lado del ser. Hasta que la nada explotó. Una bomba terrorista colocada en mi casa al mediodía del 5 de abril de 1989 me arrancó partes del ser de mi cuerpo. Quedé con vida. Veinte días después desperté en el hospital. Inmovilizado en una cama, lo primero que oí fue a un doctor decirme que me había cortado lo menos posible. Vi mi brazo derecho mutilado. Varios días después me convencí de la parálisis de mi brazo izquierdo.

          La nada se instaló en mí. Una mano que ya no estaba, un brazo que estaba, pero que no respondía. Ausentes los dos. El cuerpo era, pero con la nada en él. No es una distracción filosófica. Yo vivo ahora con la nada.

          Mi cuerpo es consciente de la nada que me acompaña. La bomba me volvió un discapacitado mayor. Inauguró una relación del yo con mi cuerpo transformado. Pero la nada me hizo estar más consciente del ser. Yo no soy un cuerpo completo, soy con ausencias. Sin embargo estoy claro del valor de la vida.

          Tiemblo ante la vida. En mi condición de Embajador de El Salvador en Ginebra (1990-1996) encargado de la política salvadoreña sobre derechos humanos ante la Oficina Europea de las Naciones Unidas, me empleé a fondo en ese universo como víctima del terrorismo. Pero el más alto honor que tuve, fue el estar en esa ciudad cuando se iban a dar debates importantes sobre los derechos humanos de los discapacitados. Al no negarme como discapacitado y saber que ocupaba una posición importante y que estaba en sesiones únicas, entonces hablé a la par de los discapacitados o por ellos. Tengo un recuerdo maravilloso de la sesión de la Subcomisión en contra de las Discriminaciones y Protección de las Minorías en la cual el Profesor Leandro Despouy presentó su Informe sobre los derechos humanos de las personas con discapacidad. En dicha sesión sentaron en la Sala XVII del Palacio de las Naciones, a los representantes de las agrupaciones de discapacitados al lado del lugar de la delegación de El Salvador. Después de hablar ellos me toco mi turno. El informe fue aprobado y conseguimos que fuera publicado.

El tema de la discapacidad llegó a la agenda de la Conferencia Mundial de Derechos Humanos que se llevó a cabo en Viena por los esfuerzos de la delegación de El Salvador, que introdujo el tema en las reuniones preparatorias que se llevaron a cabo en Ginebra. Ha sido uno de los honores de la nada: haber estado como discapacitado en reuniones fundamentales para la discusión de la discapacidad.

          Aún juego con la nada. Creo que si no me hubiera reído de las nadas que hay en mi cuerpo, todo hubiera sido más difícil. Me reí la primera vez que no pude alcanzar las cosas con mi brazo derecho; como continuo riéndome cuando mi brazo izquierdo es torpe, dejando caer las cosas, botando vasos o tazas en la mesa.

          También sé ser serio, guardo una alegría ceremonial cuando las personas me saludan con la mano izquierda. En Ginebra me saludaban así los delegados que conocían los dolores de las guerras. Me imagino que ellos saben de la nobleza de la nada.

Celebro la verdad del ser que soy en su transformación con la nada. Siendo en un cuerpo con ausencias, la nada me ha manifestado el valor de la vida. Vuelvo a militar por el ser, reforzado con la luminosidad de la discapacidad.


Regresar Regresar a Amputados