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Hablar de un artista es hablar de sensibilidad, de imaginación, de creatividad y, en el caso de Ferrero, de busca constante de nuevas formas, persistiendo en un estilo manifestado a través de años de trabajo, de investiga consciente y tenaz que se inicia en París, en ese París que él ha contemplado desde la atalaya de ese monumento al hierro y al equilibrio que es la Torre Eiffel, al pie de la cual ha vivido en un mar de exposiciones de artistas heterogéneos de todas las latitudes, que avivan el espíritu de creador novel quien se afirma en una convicción más propia cada vez.

Su inquietud le hace atravesar fronteras y océanos y en el país de los aztecas y toltecas se encuentra con el gesto dramático del arte precolom6ino que indudablemente calará hondo en sus nuevas concepciones, como le ocurriera en Egipto, en Grecia y en Italia, llamada esta última "el País del Arte" por el gran novelista Blasco Ibáñez.

Con un bagaje artístico cimentado en trabajo minucioso, ya sancionado en distintas muestras y exposiciones, ya junto a artistas de sólido renombre, ya en solitario lo que garantiza el buen hacer en su especialidad de ceramista, vuelve a esta orilla mediterránea, a su tierra, en donde la diosa Tanit, hallada en estas costas, prende una nueva llama a su inspiración y sigue creando, exponiendo, aumentando el caudal de laboriosidad, concretando aquel estilo que no abandona y que maneja con rasgos libres que aumentan la línea irrevocable de su arte impactante, a veces grácil y casi etéreo, a veces plúmbeo, pegado a la tierra que le vio emerger

Manuel Ferrero es un espíritu inquieto que vaga a caballo entre lo real y lo fantástico y que encuentra figuras que han de quedar ahí, vivas, como muestra de un talento maduro que no sólo en el arte de la forma y de la línea halla motivo de creación, sino que incursa en la literatura teatral y poética como actor y director, como artista en definitiva, que sabe precisar con la palabra, el gesto y la expresión lo que plasma con el barro al que da formas que suspenden el ánimo en un reflejo constante de quimeras que magnifican un sub-realismo peculiar.

Guillermo Palomar


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