(Barcelona)
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Este piso conceptualmente ha sido para mi, un lugar de tránsito. Jamás me sentí como si fuese mi hogar elegido. Lo alquilé en 1978. Aquí amé, gocé, reí, compartí, lloré, sufrí, y en definitiva, viví... y ha sido el refugio de muchos, el confesionario de tantos, el lugar donde pudieron descubrirse tal y como eran, el cómodo y gratis diván del psicoanalista en donde se vuelca miles de angustias y penas, la mesa acogedora, el conveniente hogar, la habitación cálida, la ducha reparadora, el centro de estudios, el crisol del aprendizaje, estudio de fotografía y vídeo montaje, el espacio experimental de nuevas sensaciones y descubrimientos, el sillón oportuno en el que entraron aquellos que llegaban con sus tres heridas: la del amor, la de la muerte, la de la vida. Y todo esto me trae a la memoria aquellos versos de Miguel Hernández que muy bien pudieran definir lo que han sido mis vivencias en este lugar:
Pintada, no vacía: |
pintada está mi casa |
del color de las grandes |
pasiones y desgracias. |
Regresará del llanto |
a donde fue llevada |
con su desierta mesa, |
con su ruinosa cama. |
Florecerán los besos |
sobre las almohadas. |
Y en torno de los cuerpos |
elevará la sábana |
su intensa enredadera |
nocturna, perfumada. |
El odio se amortigua |
detrás de la ventana. |
Será la garra suave. |
Dejadme la esperanza. |
(Miguel Hernández)
Sin embargo en el día de hoy, haciendo balance, también puedo decir que han disfrutado de ese sillón oportuno aquellos que vinieron a nutrirse por egoísmo, e incluso, a algunos se les pegó la cartera en sus dedos, y a pesar de ello y sin dolerme prendas, bien puedo poner un cartel en la puerta, -espejo de mi alma- que diga:
Se traslada por derribo
Aquí, ya no vive nadie.