Sin lugar a dudas, La Clínica Mayo ha supuesto la solución de muchos problemas de salud para muchos enfermos, problemas que hasta ese momento habían sido inabordables. Ahora bien, no crean que este centro hospitalario es patrimonio y consecuencia sólo de la inteligencia norteamericana. Dada la filosofía de globalidad e internacionalidad, no ha de extrañar que uno sea operado por un médico español, anestesiado por un hindú, curado por una japonesa y sondeado por un negro. Son las Naciones Unidas, pero en medicina. 

Los orígenes de todo este gran complejo data de 1883. Después de un gran tornado la Madre Mary Alfred Mocs y las hermanas del convento franciscano de Rochester, se propusieron construir un hospital para paliar los daños humanos que se habían producido al sur de Minnesota, acordando que el servicio quirúrgico lo llevarían a cabo el doctor William Worrall Mayo y sus hijos. Construyeron un humilde hospital de 27 camas, y hoy Saint Marys Hospital da servicio a 1.157 camas, con admisiones anuales de más de 37.000 pacientes, cuyo promedio de estancia es escasamente de una semana.

La "Mayo", como la llamamos cordialmente, no es un edificio, o un hospital, o incluso una ciudad universitaria: es más. Es todo eso, además de centros de investigación, formación, etc. llegando su nivel de autonomía hasta tal punto, que es el propio centro quien produce la energía eléctrica para ese gran complejo sanitario.

En este inmenso lugar, trabajan para usted más de 2.000 médicos, asistido por un equipo compuesto de más de 35.000 Profesionales, todos con un lema común: cooperar para el bien del paciente.

En St. Marys Hospital, no existe ni un sólo ángulo recto en las esquinas. No es ni casual, ni gratuito, sino para una mejor higiene y facilidad de limpieza, siendo todas ellas romas. Eso es así, desde el suelo de la entrada principal, los pasillos, ascensores y cómo no, habitaciones. Ni que hablar de cómo es la asepsia en los quirófanos.

En ese hospital, un gran soporte humanitario está dado por las monjas franciscanas. Entre ellas hay una que dominando tanto el inglés como el español, consagra su vida dando un apoyo moral, humano y psicológico a tantos como jamás he conocido. Una persona extraordinaria, (de esas a las que nunca se sabe por qué, no se les concede el premio Príncipe de Asturias) Me refiero a la hermana Dora Medina, (Sister Dora, para todos). Aprovecho esta la oportunidad que me ofrece este humilde lugar para rendir homenaje a una herma franciscana, bálsamo y alivio para los que padecen, cuyo humanismo y amor no tiene límites. ¡Dios la guarde muchos años, hermana!