Gila, el humorista que combatió la sordidez del franquismo con un teléfono.
EL PAÍS
Era un sabio disfrazado de paleto. Un hombre inteligente y subversivo que
cautivó a espectadores de muchas generaciones. Un soldado republicano al
que las tropas moras de Franco fusilaron mal y luego encarcelaron. El tipo
que con un simple teléfono combatió la sordidez del franquismo. El amargo
y arrebatador humor de Miguel Gila se apagó el 12 de julio de 2001 en
Barcelona.
Había nacido en Madrid en 1919, pobre de solemnidad. Murió, con la riqueza
y la discreción que le dieron 50 años de chistes y gloria, de instinto
para saber que "el humor es el espejo de la estupidez del ser humano".
Soldado republicano en su juventud, exiliado latinoamericano años después
y referencia histórica de las barbaridades y sufrimientos de la guerra
civil española, Gila fue el humorista que dinamitó la paletería y la
negrura del franquismo y el que mejor denunció la barbarie de la guerra,
de todas las guerras.
Miguel Gila Cuesta nació en Madrid un 12 de marzo de 1919. Fue hijo
póstumo. Su madre era asistenta. A los 13 años, comenzó a trabajar en un
taller de chapa y pintura. Al llegar la guerra, se alistó en las filas
republicanas, pero fue capturado en diciembre de 1938. Decidieron
fusilarlo, lo fusilaron mal, se escapó, fue apresado por la Guardia Civil
e internado en un campo de prisioneros. Después, encarcelado, la primera
vez de una larga sucesión, y más tarde obligado a incorporarse a las filas
franquistas.
Mientras estaba en la cárcel, empezó a mandar dibujos a La Codorniz, y así
comenzó, en 1941, su carrera de humorista. Tenía el desamparo de Chaplin,
y sus monólogos bebían la herencia de Wenceslao Fernández Flórez, Jardiel
Poncela, Miguel Mihura. La empezó a desplegar en los escenarios en 1951.
Luego se exilió a Argentina y volvió con la democracia. Sólo para irse
otra vez en 1986.
Así era él. Un maestro del humor surrealista y absurdo, aparentemente
sencillo pero lleno de complejidades. Un hombre sin trampa ni cartón que
logró expresar la verdad de un país enloquecedor y de un mundo
desvencijado, hecho añicos. Todo, con un simple telefonazo.
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"La Guerra"
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PEPE RUBIANES
El actor Pepe Rubianes ha muerto esta mañana,
(1/03/2009) a los 61 años de edad, víctima de un cáncer
de pulmón que le apartó de los escenarios el pasado mes
de abril. El actor, nacido en Villagarcía de Arousa
(Pontevedra) pero afincado en Cataluña, ha fallecido en
su casa.
Artículo de Pedro Ruiz: 'Hasta luego,
Pepe '
Querido
Pepe:
recuerdo que la última vez
que nos vimos, no hace demasiados meses,
te bajaste del coche que iba detrás del
mío y te acercaste a saludarme para
convenir que nos veríamos y charlaríamos
una vez más. Probablemente en Casa
Darío, lugar que tú me descubriste. En
una de aquellas mesas, poco después de
la muerte de
Miguel
Gila, mantuvimos una larga
cena-charla en la que repasamos
peripecias, formas de ser, encuentros y
desencuentros.
Creo que te sorprendiste cuando te dije
que parecías un niño vocacional.
Resistente al paso del tiempo y a la
aceptación de las riendas. Hablamos de
Gila,
del espectáculo, de la gran burla
política, de lo apasionante de estar
solo en un escenario, y restañamos
ligeros malentendidos. Desde entonces, y
como antes, nos hablamos para
comunicarnos, consultarnos y citarnos.
Nuestras vidas tienen el denominador
común del intento permanente de
desatarse.
Ahora que no estas aquí, me permito
decir que aquello que te dije del niño
lo sostengo. Aunque nunca te han faltado
amigos, ni colaboradores, ni público, ni
fieles... ni detractores, creo que has
conocido, como todo hombre que se sube
solo a un escenario, la soledad a veces
impagable y a veces inconsolable de
quien busca aire en la estridencia.
Cuando alguien en Madrid me pregunta por
ti buscando alguna palabra mía a favor
de sus ideas rígidas, suelo contestar lo
mismo: «Pepe
es un tío con mucho talento que huye
hacia adelante siempre y al que no le
pusieron de fábrica un termostato en la
boca. Seguro que muchas veces se asusta
de lo dicho».
Sé que, como yo, eres (y hablo en
presente cuando alguien se va, porque
pronto me reuniré con él) agnóstico y
que por lo tanto tu esperanza de
encontrar un paraíso no estaba entre tus
previsiones. Buscaste y encontraste aquí
tu festín en la vida que se tiene a
mano, y no se puede decir que te
quedaras corto en el ahínco para
perseguirlo. Te echaré de menos y
recordaré tu risa abierta o socarrona,
que era el modo inteligente de
desactivar tu irreverencia. Aunque ya
sabes que para mí la irreverencia es
también uno de los mejores y más
evidentes modos de estar vivo.
Un abrazo y hasta luego.
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Tapas"
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