En un espacio tan sencillo y humilde como es una parada de guagua (autobús), jamás se podría pensar que en ellas acontece la más variopinta forma de vivir.

En ellas se conversa, se lee la prensa, se "liga", se filosofea, se medita, se discute amablemente, se ve pasar el inexistente tiempo de tal forma y arte, que incluso hay féminas que plácidamente se hacen la manicura.

¡Cuánta vida puede darse en una parada de guaguas! El joven, los jubilados, el ama de casa, el estudiante, la mocita que va enseñando su ombligo, el "pive" con chores (del inglés "shorts" -pantalones cortos-) y "cholas" (zapatillas abiertas). Todos se encuentran en ese mágico lugar.

El visitante, especialmente de la Península y procedente de una gran urbe, ruégole contemple a esas buenas gentes portadoras de la más genuina filosofía anti-estrés que pueda haber. Únase a su tempo que no sabe de prisas y agobios. Báñese en la placidez de ver cómo la vida transcurre. Observe cómo, no obstante, no pierden el tiempo.

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